miércoles, 29 de mayo de 2013

Cuarta noche I

Por fin hemos terminado las clases. Hoy toca la última exposición de sociología, y... hola verano. La última clase sigue, y me toca exponer el trabajo con mis compañeras. Como de costumbre, él siempre centra toda su atención en mí. Y no estoy hablando del chico de baloncesto, no no. Sino de un compañero de clase. La verdad es que ya le había echado el ojo. Creeréis que es un chico universitario de esos mazados de gimnasio, pues no. Para empezar no es un chico, es un hombre de verdad, ya tiene sus años. Pero es el típico macho de verdad, con es barba de tres días que estás deseando morderle, y una voz de esas penetrantes, súper sensuales. Madre mía. Bueno, lo dicho. Nunca había hablado con él, pero me llevo muy bien con su grupillo de clase.


Al finalizar la clase, nos fuimos directamente al metro, porque había que arreglarse para celebrar que hemos acabado el primer año de carrera. La compañera que comparte trayecto conmigo, se percató de que mi hombre estaba en el andén. Ella me decía que fuese a hablar con él. Yo me negaba completamente, ya que nunca había entablado una conversación. Me llevó, más o menos a rastras. Llegamos, y digo-Hola. Diosss, que bobalicona soy. Él corresponde con una sonrisa.-Casi me derrito allí mismo. Empezamos a hablar sobre qué tal los últimos exámenes, la tensión va disminuyendo a medida que me tranquilizo. Subimos al metro. Continuamos con la conversación, aunque terminan hablando ellos. Estaba agotada de toda esta semana de trabajos, exámenes y demás historias. Reposo la cabeza en el asiento y me hundo en mis pensamientos. De repente noto que se dirige a mí, y me pregunta que si me encuentro bien, Rous. Le digo que sí, que únicamente estoy cansada. Ha dicho ¿Rous? Nunca me habían llamado así, y suena tan bien pronunciado por sus labios. Vuelvo a participar en la conversación. Nuestra parada, nos bajamos las dos. Pero antes, le sugiero que si se quiere venir de fiesta esta noche. Me dice que allí estará, se cierran las puertas. Nada más llegar a las escaleras mecánicas, mi amiga me dice que nota un tipo de tensión entre nosotros, y que he hecho bien invitándole. Una sonrisilla de niña pequeña se me dibuja en la cara.


Una vez en casa, me dispongo a pensar en la ropa. Por un lado, tiene que ser algo sexy, que diga, estoy aquí. Pero por otro, no quiero que diga, soy una tía fácil, no. Vale, lo tengo. Unos leggins negros, y una camisa transparente, aunque no demasiado. De acuerdo, son las 11 de la noche, y como siempre llego tarde. No es la forma más elegante de empezar la noche, pero bueno. Quedamos en el metro de Moncloa, puedo distinguir a los lejos a todos, por lo que soy la última. Mis mejores amigos estaban allí también. Me acerco a escondidas para que no me vean. Pero obviamente no son tontos. Y me cae una pequeña reprimenda. Aunque se me pasa al ver lo guapo que está. Saludo a todos con dos besos, y a él también. Huele muy bien. Y va súper sexy con unos vaqueros ajustaditos y una camisa negra.


Nos disponemos a entrar en la discoteca. Las chicas nos vamos al baño a retocarnos. Mi compi de clase me provoca con una risa maliciosa diciéndome que esta es la noche. Empieza la fiesta, nos pusimos todos a bailar, y alguna copita que otra también corría. Eran las 3, 30 de la mañana, y la gente ya estaba cansada, sentada. Aunque yo seguía dándolo todo.  Mi compi de clase y mi mejor amiga estaban hablando apartadas de los demás. No me olía nada bueno. Se giraron a la vez, y se acercaban hacía mí con paso lento, como leonas que se dirigen hacia su presa. Me llevaron hasta donde se encontraba él, sentado. Decían que le invitase a bailar. Yo, como siempre, me negaba. Pero claro esta vez es un dos contra uno. Me empujaron y quedé justamente enfrente de él. Quería darme media vuelta, pero se enteró de mi presencia. Me miraba atento.-Le pregunté por qué estaba sentado. Dijo que no podía seguir mi ritmo, que me había estado mirando todo el rato. Y que era imposible tener tanta energía. -Mi cara tornó roja como un tomate-. Pero le eché valor, y le dije que saliese a bailar. -Sonrió sólo como él sabe.- Y dijo que solo bailaba si era conmigo. Se levantó y me dirigí a la pista. Dedicándole una sonrisa a mis amigas. Todo iba sobre ruedas, hasta que la música cambió. Nos pusieron salsa. Le miré con cara de atrevimiento. Me tendió la mano, y comenzó a subir la temperatura. La distancia entre nosotros dos, cada vez era más corta. Hasta que nos quedamos a un centímetro uno del otro y...