domingo, 13 de enero de 2013

Tercera noche I


Está noche he soñado que no tenía a nadie , que andaba solitaria cual perro abandonado en verano. Me sentía totalmente en soledad, no por la falta de amigos, sino por el simple hecho de no verle sentido a nada, ni a la vida misma. 

Caminaba por el desierto en plena noche, intentando buscar un  refugio dónde cobijarme del frío. Tenía la esperanza de poder volver a casa, de ver a mi familia, de abrazarlos. Pero la realidad era dura. A lo lejos ví lo que parecía ser un coche de rescate, un  atisbo de felicidad y alivio recorrió mi ser. Comenzaron a salir cuatro figuras oscuras del vehículo, no las distinguía muy bien de lejos. Una de ellas estaba gritando mi nombre, pero su voz no me era familiar. De repente, apareció un quinto pasajero del vehículo, era mi madre. Empecé a correr, correr y correr. Pero ella estaba cada vez más lejos. Nos separaban cientos de metros, una distancia imposible de atajar. Una fina brisa de arena apareció como de la nada, y se llevó lo que había sido un producto de mi imaginación, un espejismo. Caí al suelo, me sentía desolada, sola.  Estaba tumbada boca arriba, observando las estrellas por última vez. Por un momento perdí la esperanza, quería perecer allí mismo. Mi aventura había llegado a su fin. Una pequeña estrella fugaz atravesó el firmamento, seguí su trayectoria con la mirada, y... 

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