viernes, 18 de enero de 2013

Tercera noche II


Caí al suelo, me sentía desolada, sola.  Estaba tumbada boca arriba, observando las estrellas por última vez. Por un momento perdí la esperanza, quería perecer allí mismo. Mi aventura había llegado a su fin. Una pequeña estrella fugaz atravesó el firmamento, seguí su trayectoria con la mirada, y...  Pude divisar un fuego a lo lejos, y pensé que por fin, la suerte estaba de mi lado. Aunque recordé que no me debía dejar llevar, ya que podría ser otro espejismo. El fuego pareció ser un de un campamento con jaimas, esta vez parecía real. Una vez allí, encontré el campamento solo, no había nadie cuidando del fuego. Me senté para poder entrar en calor. Por un momento alcé la cabeza para dar gracias al cielo, y noté que todas las estrellas habían desparecido. Una fría brisa empezaba a soplar, cada vez con más fuerza. El fuego terminó por apagarse, por un momento pensé que iba a salir volando. De repente, todo quedó en calma, el aire paró de soplar. El fuego, resurgió. Noté que tenía que salir de allí. Detrás de las llamas pude distinguir unos grandes ojos rojos, me observaban.  A mí alrededor surgieron cientos y cientos de ojos que me miraban, me acosaban. Sentía como poco a poco iban devorando mi ser, me retorcía de dolor. Todos los buenos recuerdos que me quedaban, comenzaron a desparecer... Empezaron a brotar en mí los peores sentimientos, odio, egoísmo, rencor, antipatía, envidia. El dolor desapareció, y pude erguirme. Me había convertido en una espesa bruma negra de maldad. El viento volvió a hacer presencia, y poco a poco me fui desvaneciendo.

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