Caí al suelo, me sentía desolada, sola. Estaba
tumbada boca arriba, observando las estrellas por última vez. Por un momento
perdí la esperanza, quería perecer allí mismo. Mi aventura había llegado a su
fin. Una pequeña estrella fugaz atravesó el firmamento, seguí su
trayectoria con la mirada, y... Pude divisar un fuego a lo lejos, y
pensé que por fin, la suerte estaba de mi lado. Aunque recordé que no me debía
dejar llevar, ya que podría ser otro espejismo. El fuego pareció ser un de un
campamento con jaimas, esta vez parecía real. Una vez allí, encontré el
campamento solo, no había nadie cuidando del fuego. Me senté para poder entrar
en calor. Por un momento alcé la cabeza para dar gracias al cielo, y noté que
todas las estrellas habían desparecido. Una fría brisa empezaba a soplar, cada
vez con más fuerza. El fuego terminó por apagarse, por un momento pensé que iba
a salir volando. De repente, todo quedó en calma, el aire paró de soplar. El
fuego, resurgió. Noté que tenía que salir de allí. Detrás de las llamas pude
distinguir unos grandes ojos rojos, me observaban. A mí alrededor
surgieron cientos y cientos de ojos que me miraban, me acosaban. Sentía como
poco a poco iban devorando mi ser, me retorcía de dolor. Todos los buenos
recuerdos que me quedaban, comenzaron a desparecer... Empezaron a brotar en mí
los peores sentimientos, odio, egoísmo, rencor, antipatía, envidia. El dolor
desapareció, y pude erguirme. Me había convertido en una espesa bruma negra de
maldad. El viento volvió a hacer presencia, y poco a poco me fui desvaneciendo.
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